domingo, 11 de enero de 2015

La transformación de París durante el Segundo Imperio.


Si observáramos una fotografía o un plano de la ciudad de París en el siglo XVIII o principios del XIX y la comparáramos con un plano del siglo XX o la actualidad, posiblemente solo reconoceríamos el sena a su paso por la ciudad de las luces, destacando la matemática distribución del callejero, elaborada a mediados del siglo XIX por el barón George Eugène Haussmann.

En 1852 se comenzaron los trabajos, para los que Napoleón III contrató al barón, y en los que destacaron la creación de anchos bulevares, la remodelación de las fachadas y del mobiliario urbano así como la creación de un gran sistema de alcantarillado y espacios verdes. Estas obras se prolongaron hasta 1870.


A pesar de lo que pueda parecer, en el París de entonces se creó una fuerte corriente crítica en contra de Haussmann, al que se acusaba de destruir la naturaleza de la ciudad al mismo tiempo que a sus raíces, además del altísimo coste de las obras que obligaron a las familias más pobres a abandonar sus antiguos domicilios, obligados a vivir en la periferia. Esto llevó a Napoleón III a prescindir del barón para no perder su popularidad.

Pero esto no le quita mérito aún en la actualidad, pues la corriente llamada "haussmaniana" de la arquitectura sigue hoy vigente en muchas ciudades de Francia y del mundo, si bien ha dejado paso a un "post-haussmanianismo" en el cual los detalles son menos pronunciados y barrocos.

Las características de estos edificios son:
  • Piso bajo y entresuelo con pared a profundos redans (profundidad con respecto al segundo piso)
  • El segundo piso noble con uno o dos balcones; el tercer y cuarto piso en el mismo estilo pero con marcos menos ricos de ventana;
  • El quinto piso con balcón fluente, sin decoraciones;
  • Techos a 45 grados.

Además, estos edificios no deben ser independientes en su aspecto, sino conformar entre todos la estética de la ciudad en su conjunto. 

En esta fotografía de la vista desde la torre Eiffel puede apreciarse la planificación de las calles desde los jardines del Trocadero.


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